lunes, 23 de noviembre de 2009

Los nombres y la historia.

El asunto es saber convertir los fracasos en victorias.
Francisco Urondo

El 17 de noviembre es una buena excusa, no sólo para evocar una gesta grabada en los calendarios, sino también, para pensar la relación entre un nombre y una condición.
Ese nombre no es otro que el de Perón y la condición que pretendemos interrogar, la del militante. El escenario de miles de hombres y mujeres dirigidos en peregrinación secular, no es otro que el de la búsqueda de ese nombre, cuyo derrotero histórico se presentó como una suerte de recolector de las experiencias frustradas de una sociedad argentina errante, para parafrasear a Horacio González.
Esa empresa se sostenía sobre una convicción firme que habilitaba los senderos de la acción intempestiva, la de saberse sumergidos en una historia en marcha, en un movimiento mayor que todo lo abrazaba. Allí se amasaba una figura indómita reacia a su aprehensión, en las clasificaciones taxativas de ciertas lenguas de protocolo, el militante ¿Qué es entonces un militante? Se es laburante, estudiante, profesional y se es militante, pero también padre, madre, hijo, hija, hermano, hermana, ¿qué es lo propio del militante? Diremos tan sólo su condición de exiliado, ¿de qué? se nos preguntará, y responderemos, de aquél suelo primero del lazo social. El del militante no es un lazo entre otros, sino uno que anuncia un porvenir, pero que requiere de su concurso inexcusable, que despliega los contornos de la sociedad por advenir y se entromete y compromete en su ejecución.
El 17 de noviembre de 1972, puede pensarse como la escena misma que reunía aquél nombre y la mencionada condición. Y eso mismo es la historia, una colección de nombres y sus trayectos sinuosos, nombres de los que se autoriza la acción. Se trata de un nombre que, aquí en nuestro suelo, devino “aquella coloración general en la que se bañan todos los colores y resultan modificados por ésta” cita que proviene de un texto polvoriento datado en 1857.
Son entonces, nombres que inauguran lenguajes en los que habitan los sujetos políticos, el militante es quien habita un lenguaje, no tan sólo sus consignas. El militante tributa a un lenguaje, lo defiende con celo en épocas de tempestades adversas, aguardando la chance que lo redima, armado, tan sólo, con aquello que brillantemente supo exponer Daniel Balbuena, una verdad a la que defender.
Daniel Ezcurra
CEPES (Centro de Estudios en Políticas de Estado y Sociedad)

martes, 20 de octubre de 2009

La brisa de la historia

17 DE OCTUBRE. JOHN WILLIAM COOKE.





La política de neutralidad del gobierno militar rompía la unidad continental que Estados Unidos buscaba para su política de guerra (Segunda Guerra Mundial). El Departamento de Estado apeló a todos los recursos para forzarlo a cambiar de línea o provocar su derrocamiento: retiro de los embajadores latinoamericanos, inglés y norteamericano, congelamiento de nuestras reservas de oro en Estados Unidos, prohibición a sus barcos de tocar puertos argentinos, restricción de sus exportaciones con destino a nuestro país, etc. Recién en 1945, cuando la suerte del conflicto mundial estaba decidida, la Argentina rompió relaciones con el Eje, pero sin unirse al rebaño de las restantes repúblicas americanas conducidas por los yanquis.
Los partidos, la prensa y los intelectuales, movidos por el imperialismo, apoyaban al embajador yanqui Spruille Braden, quien actuaba públicamente en la vida política argentina, fogoneando la renuncia y detención de Perón.
Pero los trabajadores ya no consintieron esa nueva vergüenza: todo el país quedó paralizado por una huelga general, y las multitudes marchan hacia Plaza de Mayo donde exigen la libertad de Perón y su vuelta al poder.
Scalabrini Ortiz ha dejado una inolvidable descripción de esas jornadas. De ahí extraemos algunos párrafos que captan su vivencia: “Un pujante palpitar sacudía la entrada de la ciudad. Un hálito áspero crecía en densas vaharadas, mientras las multitudes continuaban llegando. Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en un mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, la hilandera y el peón. Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, aglutinados por una misma verdad que una sola palabra traducía: Perón”. La oligarquía había temblado ante la invasión de los descamisados.

1945-1965: Citación nacional y actuación revolucionaria de las masas

En el año 1945, los bárbaros invadieron el reducto de la democracia para esquistos, distorsionaron todas las relaciones sociales, desmontaron los cómodos engranajes del comercio ultramarino y para colmo, se mofaron de las estatuas y cenotafios con que la oligarquía gusta perpetuarse en el mármol y en el bronce.
El 17 de octubre era algo tan nuevo, que rápidamente lo redujeron a su verdadero valor: era una especie de congregación de papanatas, delincuentes, o como decían los cultos de la izquierda oficial, lumpen proletariado, arriados por la policía en una especie de carnaval siniestro. Lógicamente el 24 de febrero, cuando se reunieron todos los partidos políticos, los que tenían todos los votos, el candidato imposible como llamaban a Perón, no tenía otra perspectiva que la de conseguir algunos votos de esos elementos marginados.
La verdad es que los dueños de todos los votos perdieron. En lugar de unos pocos sufragios de la canalla, la canalla sacó más sufragios que todos los partidos juntos desde la izquierda a la derecha.
Inmediatamente los teóricos buscaron explicación y lo plantearon como un episodio de la lucha de nazis y antinazis dentro de su característica habitual de trasladar a escala nacional los problemas universales. Pero por detrás de todas esas explicaciones, en el fondo del subconsciente les baila la hipótesis de que había sido cuestión de magia negra..
Pero en todo esto había algo más que mala fe, había la incapacidad de la clase dirigente argentina para comprender un fenómeno que no cabía dentro de las formas conceptuales del liberalismo tradicional.
Ese ostracismo de las clases dirigentes debió haber sido definitivo. Solamente duró 10 años, y sobre el perjurio de algunas espadas se restableció el régimen y resolvió aplicar sus tesis……………………….
Nosotros dijimos: soberanía política, independencia económica y justicia social. Pero si para esos objetivos aplicamos métodos que eran adecuados a una realidad de hace 20 años, la inoperancia de los métodos desvirtúa y desmiente la fidelidad a los objetivos. Esa manera burocrática de conseguir las cosas, no es ortodoxia peronista, es apenas oficialismo peronista. Una teoría política que refiere a una realidad debe cambiar con esa realidad. Le reprochábamos casualmente a la ideología liberal que las ideas eran universales y tanto valían para EEUU, África o Francia, y que tanto valían en la época ascendente de la burguesía como en la época de la expansión imperialista sobre las zonas subdesarrolladas de la tierra y lo que nosotros negamos en 1945, lo que negamos de toda esa superestructura ideológica implantada sobre una triste realidad del país, así como negamos los mitos de la historiografía mitrista y a los presupuestos de la Constitución de 1853.
De la misma manera, para ser fieles con esa negativa y toda Revolución, debe ser primero rechazo si después quiere ser afirmación, fieles a esa negativa debemos también cuestionar dentro de nuestro bagaje ideológico todo aquello ya perimido por el tiempo, por los hechos y por el fluir de la historia nacional e internacional………………..
Por eso, en el año 45, a pesar de la crítica que hizo el nacionalismo de derecha al régimen liberal y la historiografía mitrista, pronto nuestros caminos nos separaron, porque donde ellos todavía soñaban con la vuelta a la tierra, y se veían caudillos de gauchos sometidos a la elite de la aristocracia de la que formaban parte, nosotros veíamos el gaucho de carne y hueso transformado en cabecita negra, obrero y que buscaba conducción sindical, orientación para sus luchas, conquistas políticas, líderes de las masas.
Hay miles y miles de hombres que sólo conocieron la derrota, pero lo que no conocieron fue el deshonor.
En el año 1945 Perón planteó perfectamente el problema nacional. Acá hay una frase clave y que él de una manera o de otra la ha repetido siempre: “Cien años de explotación interna e internacional han creado un fuerte sentimiento libertario en el espíritu de las masas populares”………

Diciembre de 1964

lunes, 19 de octubre de 2009

Homenaje a Scalabrini Ortiz

El intelectual desgarrado, Intelectual central para entender una época, hizo la autopsia de la economía británica en Argentina, defendió la neutralidad en la guerra, continuó la elaboración de una metafísica de la Patria y su gente. De Forja a su larga continuidad, dos reflexiones sobre un personaje necesario.

Por Horacio González.

Scalabrini manejaba teodolitos y aparatos de mensura. Un remoto temple positivista reinaba en su conciencia literaria. ¿Dónde y cuándo, como si fuera un narcótico salvador, se aloja en su profesión de agrimensor el tema del “hombre colectivo”? Se diría que siempre en Scalabrini convivieron los humores del positivismo paleontológico –herencia paterna– y los arrebatos del escritor sorprendido por el mito, la “creencia como magia de la vida”, cuestión que toma de Macedonio Fernández.

Pudo haber sido un aguafuertista, como Arlt. Algo de eso hay en La manga, sus cuentos de la década del veinte. Pero Raúl Scalabrini Ortiz abandonaría muy pronto su tributo a una literatura influida por aires decadentistas. Allí estaban la angustia de las muchedumbres, la relación de la locura con el genio y las memorias en primera persona de escritores desesperados.Se equivocaría con él Hernández Arregui cuando festeja el discurso de la economía política crítica que informa la obra de Scalabrini, pero intenta separarlo de lo que llama las “neblinosas concepciones” tomadas de la obra macedoniana. No es así, una cosa está enlazada inseparablemente a la otra. Sin el autor de Papeles de Recienvenido no hay Scalabrini. Ni hay tampoco Borges o Marechal. Y tampoco hay Scalabrini sin el extraño telurismo que obtiene de la obra de Ameghino, apenas trasladándolo del naturalismo evolucionista hacia el cariz vitalista de un encierro moral que un día obtiene su resarcimiento súbito.Scalabrini tuerce destinos literarios y científicos, de todo se impregna y todo reutiliza bajo su sello original, su revelada arrogancia. Con esas herramientas de desobediencia no solo leyó la historia de una postración nacional, sino que puso las bases para que no se pudiera hablar de imperialismo sin postular un sujeto moral en permanente convulsión. Esas “muchedumbres” que ya estaban en su obra juvenil, que recibe de la literatura social modernista. También presentes en El hombre que está solo y espera, lo que lo acerca aunque sea alusivamente al hombre social que surge de la venerable leyenda de la tierra poseída en común, que habían postulado los populistas rusos en el siglo XIX.No es que Scalabrini manejara estos materiales de mezcla sin conciencia de lo que hacía, pues su idea del subsuelo es precisamente la de una fragua enterrada que mixtura lo artístico, lo social y la praxis de un mito reparador. Pero acaso sin percibirlo, ese vida subterránea encantada mantenía a la distancia un aire lugoniano en el estilo de su conciencia agónica y en la mención, no ocasional, de un personaje de la épica intelectual de todos los tiempos. Se trataba de un personaje dispuesto a mostrar en todo momento el honor desesperado de sus verdades: el escritor seducido por un arte de inmolación. Para Scalabrini, el sujeto que garantizaba el sentido profundo de las cosas tenía un rostro compartido entre el jacobinismo de ínfula romántica y la investigación del archivo sigiloso de las fuerzas que generan el vasallaje nacional. Los investiga con la garra de un científico de las ciencias exactas, en la soledad empírica de su laboratorio.Por otro lado, le importaba el lado agreste y revolucionario del misterioso secretario de la Primera Junta. El era un morenista. En cambio, no le importaba Rosas, a diferencia de tantos otros hombres de su generación y de su credo Aquel sujeto scalabriniano –en conmoción– tenía diversas traducciones. Para Jauretche asumía la figura de un payador de filo, contrafilo y punta. Para Hernández Arregui la de un proletario con conciencia nacional. Para Cooke la de un partisano lector de “manuscritos juveniles” un tanto luckacsianos. Pero para Scalabrini era propiamente el intelectual agonístico siempre al borde de ofrecerse en sacrificio público por la causa de una nación. Una causa que podía ir de la nada a la profecía. Este rasgo no lo toma Scalabrini del nacionalismo de alta escuela sino que lo encuentra en su propia concepción sacrificial. En un padecimiento novelado, con el que quería significar la alegoría misma de la desdicha nacional. Se atormenta una conciencia lúcida individual cuando ve sufrir al cuerpo nacional, antiguo tema del lirismo trascendentalista.Sin embargo, Scalabrini es alegórico donde Lugones, en su suicidio, es resolutivo. Y es historicista con una visión progresista de la historia, allí donde los Irazusta o Ernesto Palacio son explícitos hombres de honor, duelistas declarados, tanto como eufóricamente lo fue Jauretche.

Todo esto ya está insinuado en El hombre que está solo y espera, un escrito absolutamente modernista al que solo la metafísica que absorbe de su maestro Macedonio Fernández le impide el giro carnavalesco que el mismo tema tiene en Brasil en la figura de Macunaíma o de la antropofagia de Oswald de Andrade. En el siempre recordable Hombre de Corrientes y Esmeralda se halla el arquetipo de una redención amorosa y fraternal, tallada en la inocencia de las multitudes argentinas de las que ya se había ocupado el ensayismo nacional de todas las épocas. Pero en Scalabrini se encuentran volcadas a una epopeya melancólica, a una epifanía de la que surgiría un hombre social emancipado, a partir de los planos internos de una naturaleza mítica. Saldría ese hombre del interior de la geografía, de los ríos, la fauna. De las piedras de las ciudades. Así, Scalabrini va recorriendo un camino. Desde lo inanimado del mineral iniciático, hasta al soplo de la vida liberada.

La famosa descripción del 17 de octubre del ‘45 implica una literatura mitológica, creacionista, con elementos tectónicos y políticos a la vez. Por otro lado, presenta de la manera más original posible, con simultáneo envoltorio mítico, social e histórico, el recorrido de un frente nacional obrero-campesino y criollo-inmigratorio. Hermanados, van el “peón de campo”, el “obrero de las hilanderías”, el “rubio inmigratorio”, el “morocho de overol engrasado”. Es la marcha de los mismos funámbulos que aún hoy –en estos mismos días– son interrogados por literaturas que quizá no consiguen alzar vuelo, aunque se presentan en el afán de dar reinicio a otro ciclo de la memoria crítica nacional.Martínez Estrada había visto lo mismo, esa gran marcha de espectros, pero como primero creyó que debía condenarla para luego ir él mismo, ¡en persona! a salvarla, logró ser un verdadero incomprendido pues quedó tan solo la primera parte del argumento y no la que le seguía y lo justificaba. Injustamente se lo consideró así un antagonista de Jauretche y Scalabrini cuando en realidad era su complemento secreto. Una suerte de no declarado forjista en la Buenos Aires vista como “cabeza de Goliat”.Scalabrini es hijo de una irrepetible conjunción. Pensó la economía política con las categorías del Lenin del Imperialismo, fase superior del capitalismo, pero lanzó su escritura como si fuera una réplica macedoniana de los papeles de recienvenido. Este era un hombre macedoniano burlesco, pero también un personaje que estaba solo y esperaba. Sólo que su humor patafísico originario es reconvertido por Scalabrini en un estilo grave y dolorido, del que denuncia en tanto humillado, en tanto perseguido. Entonces, Scalabrini no se privó de la justa altanería del profeta en el desierto, aunque a su alrededor crecían los lectores, que al mismo tiempo que se informaban sobre las formas imperiales de dominio, sentían que se operaba un llamado “desde el subsuelo”. Era la que intranquilizaba y urgía. Faltan hoy esos llamados.Halperin Donghi se equivoca al relativizar a Scalabrini por prácticas que llama “demonológicas” en el lugar que debía haber análisis histórico–sociales. Este tema vale la pena debatirlo. Las de Scalabrini no son tanto demonologías como un capítulo esencial de la historia intelectual argentina, solo que definiendo al intelectual no como un ser irónico –-como lo hace de Halperin– sino con un ser intenso, turbado y agonal.Una de las piezas maestras scalabrinianas, la “Destitución de Aramburu y Rojas”, publicada en la revista frondizista Qué, permite evaluar al paradoja del intelectual crítico. Frente al mismo Perón intenta rectificar los rumbos que juzga equivocados del gobierno surgido de las agitaciones del ‘45, mientras aquellos militares golpistas en su momento recibirían prebendas y medallas. Luego del golpe, es el intelectual que se había declarado disconforme el que saldrá a defender al gobierno derrotado por esos almirantes y generales, los mismos que en su momento habían sido parte del “sistema”. Como intelectual “descarnado” Scalabrini deberá mostrar que no pertenece ni pertenecerá a los dominios del Estado sino a una república utópica de revelaciones intelectuales y catacumbas pasionales. No hace demonología sino vivisección social con datos estadísticos sobre ferrocarriles y petróleo. No hace sociología política sino que se implica en una rara suerte de mesianismo realista, un patriotismo de cuadros estadísticos y democracia radicalizada.Como nacionalista popular, Scalabrini esgrimió una economía de emancipación; como escritor amante de alegorías, fue poseído por una metafísica vitalista. Esta explosiva fusión es aún un ejemplo para los tiempos que corren. Verdaderos materiales faltantes en una vida nacional embotada que es menester recrear y despertar. Con ellos, Scalabrini sigue ofreciendo su pócima moral. La soledad junto a la esperanza. No las dos cosas separadas, como querrían los apenas ensimismados y los solamente bienhechores. Sino esas dos éticas actuantes en común. La del anacoreta en su cartuja avizora y la del expectante con su manojo de papeles de requerimiento y advertencia. Con ellos se dirige a las multitudes que siempre se hacen presentes, y siempre hacen notar un dolorido rasgo de ausencia.

EQUIPO COMUNICACIONESCUELA CIUDADANIA TUCUMAN

miércoles, 14 de octubre de 2009

Comunidad dialógica alternativa

Tina Gardella problematiza la relación entre comunicación alternativa y organizaciones sociales a partir de la necesidad de un proyecto de cambio, desde lo académico y desde la gestión.

La práctica política y cultural de las organizaciones sociales ha ido definiendo que lo alternativo en comunicación no es una mera disputa en el terreno mediático, tampoco un uso diferente de los mismos medios, ni mucho menos un cambio de contenidos o de productores de mensajes. Es expresión y parte fundamental de un proyecto de cambio para transformar la producción de sentido y las normas del intercambio simbólico que configuran esa trama social que busca alterar.

Este abordaje “relacional” más que “sustancial” de la comunicación alternativa nos obliga a preguntarnos no sólo por el proyecto de cambio social de cada iniciativa comunitaria, popular o alternativa. También interpela al campo académico sobre desde qué proyecto de cambio social se establece el diálogo universidad-sociedad.

Las respuestas pueden ser varias y diversas. Tantas como experiencias desde cátedras, proyectos, programas o cualquier otro espacio institucional se están realizando en todo el país. Lo verdaderamente importante es el sentido que supone esa relación, resignificada en forma permanente por los hechos políticos, fuertes y contundentes de los últimos años. El último, nada más ni nada menos que la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Precisamente el debate sobre una ley de la que siempre afirmamos era un punto de partida más que de llegada ha sido el empujón necesario para repensar nuestras prácticas académicas en comunicación, no sólo en términos de docencia, investigación o extensión. También en la gestión.

En octubre se realizará en la Universidad Nacional de Tucumán el XI Congreso de la Red Com. Uno de los ejes temáticos será “Comunicación alternativa: prácticas y nuevas tecnologías”. Para la organización de este eje hemos planteado hacerlo en forma conjunta con las organizaciones sociales. Este trabajo organizativo supone desde armar el cronograma de ponencias mandadas al congreso y debatir el criterio para agruparlas y debatirlas, hasta las actividades propias de cada organización social dentro del congreso. Participan además docentes de comunicación de Salta y de Jujuy que en el afán de “hacer región”, como maestrandos de la Plangesco-Jujuy, tienen la voluntad de recuperar y valorar los saberes locales y los procesos creativos de cada comunidad.

Esta experiencia con las organizaciones sociales en sus prácticas y proyectos de comunicación nos ha permitido poner sobre la mesa algunas cuestiones que no son nuevas ni mucho menos originales, pero que son claves en la construcción de una relación otra, tanto con la comunidad organizada como entre los propios universitarios. Algunas de estas cuestiones, de indudable sentido político, tienen que ver con:

- La concepción de que lo social antecede a lo político y la dificultad para ver que es precisamente lo político lo que constituye al mundo social.

- La naturalización de una cultura política basada en el mero reclamo que limita y distorsiona la participación.

- La reducción de la política a la elaboración de propuestas y acciones, aséptica en relación a la confrontación que supone la lucha por el poder.

- Las prácticas sociales reivindicativas sin proyectos o propuestas de transformación social que suponga la toma de decisiones y de posiciones.

- La necesidad de propuestas de producción y circulación de recursos propios de las organizaciones sociales.

- La vigencia de la concepción “extensionista” en la universidad que no favorece la construcción de conocimientos desde las prácticas sociales.

- La “vocación” universitaria por transferir conocimientos producidos en otros contextos en desmedro de los saberes y conocimientos de la comunidad.

- La voluntad y solidaridad como sostenes básicos de los proyectos ante la dificultad del trabajo en red.

La lista, cuyo ordenamiento es aleatorio, seguramente podría ser enriquecida con las diversas problemáticas que desde cada práctica se actualizan y visibilizan en forma permanente. En el marco de la discusión que disparó el debate por la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el desafío desde nuestras prácticas académicas es sostener y promover los procesos creativos que en comunicación trabajan las organizaciones sociales. Estos procesos deben ser, indiscutiblemente, parte de una visión estratégica de cambio social que supone, desde una viabilidad económica, política, cultural y social, la generación de espacios reales y simbólicos donde la gente pueda pensar su realidad y construir su camino.

jueves, 11 de junio de 2009

CUADERNO N° 1: ¿QUÉ ES EL PENSAMIENTO NACIONAL? Aritz Recalde

El dilema es de hierro. Ya se ha dicho. O nación o factoría.” Juan José Hernández Arregui[1]

I- PENSAMIENTO NACIONAL

El término “pensamiento” se vincula a la acción de “pensar”, definida como aquella actividad intelectual que intenta alcanzar la resolución de un problema. Siempre que nos refiramos a “pensamiento” o a “pensadores”, estaremos describiendo una actividad humana cuyo sustrato primordial se vincula estrechamente a la capacidad de dar respuesta a determinados interrogantes que nos presenta el medio histórico, social, político y cultural en determinado período histórico. Asimismo, hablamos de Pensamiento Nacional y no de Pensamiento Argentino, ya que el primero no implica únicamente un tipo de inscripción geográfica respecto a la producción intelectual, sino que además involucra un posicionamiento específico del intelectual y/o pensador en función del debate en torno al “problema nacional”. El Pensamiento Nacional aborda, desde diferentes perspectivas y ámbitos de acción, el debate sobre la nación cuya condición intrínseca implica problematizar y poner en cuestión, cuál es el camino más adecuado para alcanzar el desarrollo del país en el contexto de la división internacional del trabajo mundial.

El pensador brasileño Helio Jaguaribe, al referirse al término nación sostiene que dicho concepto incluye dos dimensiones básicas. Hay cuestiones objetivas que definen a una nación, como pueden ser las condiciones históricas, geográficas, culturales y sociales. El proceso de formación de una nación sólo se logra cuando existen vínculos de “Unidad de raza, de cultura y de territorio”.[2] Sobre el particular, el autor establece que: “El elemento cultural, comprendido en determinada época la cosmovisión básica de un pueblo, su lengua y demás medios de significación y comunicación, como el arte y el estilo, sus instituciones y su tecnología, es el principal factor de aglutinación nacional.” (Jaguaribe, 11). Jaguaribe sostiene que la nación no se consolida si dichas condiciones objetivas no son acompañadas de condiciones subjetivas, ya que: “Estas (las naciones) sólo se constituyen como tales cuando surge el proyecto político que aspira a fundarlas y mantenerlas. Las solidaridades objetivas son tópicas, por definición, y no implican el proyecto de su preservación. Es el proyecto de vida nacional lo que da a la nación su continuidad en el tiempo y su fisonomía propia, como sujeto e instrumento de acción política.” (Jaguaribe, 12). Estas condiciones objetivas son organizadas y promovidas a través de un proyecto político que surge como reflejo defensivo del pueblo, que por intermedio de su práctica cotidiana e histórica, intenta modificar la estructura subdesarrollada e inconclusa de un país determinado. El proyecto nacional en palabras de Jaguaribe: “Es suscitado por la necesidad sentida de una comunidad de construir y mantener en funcionamiento un mecanismo jurídico político que imprima efectos prácticos a su unidad social, cultural y geográfica.” La inexistencia de una nación en un país, lo conduce al subdesarrollo permanente y a la reproducción de la dependencia estructural que contempla la condena social de sus mayorías sociales. El debate sobre la nación tal como aclara Jaguaribe, se distancia de una interpretación meramente simbólica, folclórica, literaria o de biografía personal de algún dirigente y por el contrario, adquiere una dimensión material y estructural concreta que implica la posibilidad o la negación respecto a la existencia de nuestros países y sus comunidades ya que: “El nacionalismo, como se vio, no es imposición de nuestras particularidades, ni simple expresión de características nacionales. Es por el contrario, un medio para alcanzar un fin: el desarrollo” (Jaguaribe, 39). Cuando un grupo o conjunto social se organiza políticamente e intenta consolidar la nación, se habla de la existencia del “nacionalismo”. Dicho término, incluye la planificación del Proyecto Nacional que implica una respuesta teórica y conceptual a las demandas y a los anhelos de las organizaciones libres del pueblo. Asimismo, el nacionalismo involucra una práctica y una acción concreta de ejecución del Programa Nacional, experiencia sin la cual la comunidad no se realiza. Proyecto Nacional y práctica política, son los dos pilares sin los cuales no se consuma la nación y consecuentemente, el conjunto de actores que habitan su territorio. En esta misma línea argumentativa Juan José Hernández Arregui sostendrá que: “La conciencia nacional es la lucha del pueblo argentino por su liberación”.

En las naciones del Tercer Mundo el Pensamiento Nacional discute el fenómeno de la Dependencia, que es una condición económica, social, política y cultural estructural de nuestros países que impide la consumación de la nacionalidad y obstaculiza cualquier tipo de desarrollo independiente y sustentable en nuestros Estados. Por el contrario, el pensamiento y la producción intelectual cuya función es planificar, implementar y justificar el programa de la dependencia, es denominado como Pensamiento antinacional, colonial o neocolonial. En tanto nuestros países y sus Estados a lo largo de su historia posterior a la Independencia no alcanzaron la independencia plena, no hay Pensamiento Nacional en el sur de la tierra que no discuta de una u otra manera, el fenómeno de la dependencia al que haremos referencia a continuación.

II- ¿QUÉ ES LA DEPENDENCIA?

Como punto de partida debemos decir que el fenómeno de la Dependencia es una relación asimétrica entre naciones en el ámbito internacional, que implica a su vez, una función particular de vinculación entre las clases y grupos sociales dentro de los países subsidiarios de las naciones centrales. En el teatro de la división internacional del trabajo se expresa, principalmente, en los siguientes aspectos:

1-DEPENDENCIA POLÍTICA: esta condición implica que las principales definiciones y acciones de política interna y externa se enajenan del Estado y se transfieren a las metrópolis, también denominadas como países centrales o imperialistas. Sus representantes articulan su influencia a través de una conjunción de instituciones centradas en el “triangulo de poder” del Estado, las corporaciones económicas y los organismos trasnacionales. La dependencia implica una relación asimétrica entre naciones en la toma de decisiones en los siguientes espacios:

A- El ámbito Internacional: tanto en el plano de la acción militar mundial[3] o en los espacios de planeamiento de la economía mundial[4], las decisiones principales de las políticas y las acciones a ejecutar, tiene a las potencias imperialistas con una potestad y una facultad de decisión claramente superior y asimétrica en relación al Tercer Mundo. Con estos poderes, las potencias y sus organismos mantienen al mundo en estado de guerra permanente definiendo qué es el mal, el bien, la civilización, la barbarie o el terrorismo y declarando y entablando a partir de aquí, enfrentamientos permanentes sobre los pueblos y comunidades. Europa y Norteamérica, implementaron históricamente programas políticos a nivel planetario que determinaron el derecho a matar al habitante del Tercer Mundo: las teorías de la lucha contra el comunismo o la Guerra contra el Mal, tuvieron su correlato en las atrocidades del Plan Cóndor o en las “Guerras Preventivas”. De manera similar a la mencionada guerra mundial permanente, las corporaciones económicas de las potencias son amparadas por los gobiernos y los organismos trasnacionales, que blanquean la explotación del Tercer Mundo por parte de las metrópolis que lo esclavizan como mano de obra barata y como mercado consumidor de sus excedentes.

B- El ámbito nacional: los imperios operan enajenando las decisiones internas en el plano militar, armando, educando o desarmando a las Fuerzas Armadas de las periferias que no tienen derecho a la defensa propia o a la guerra ante las agresiones externas, cuestión que involucraría solamente a las metrópolis; en el ámbito económico deciden las políticas, establecen los planes de acción de las Cancillerías y las Embajadas y formulan, enfrentan o desvirtúan, los programas de política cultural.

2- DEPENDENCIA ECONÓMICA: esta condición dependiente se define como un proceso permanente de transferencia de recursos materiales y humanos desde los países periféricos hacia las potencias metropolitanas. La dependencia económica genera en los países atrasados un estado de inestabilidad permanente que implica la imposibilidad estructural de desarrollo sustentable. Dicho factor reproduce una tendencia histórica a generar y a perpetuar un proceso de:

I. Conservación de un tipo de estructura económica asentada en la explotación de los recursos naturales que opera no como un complemento, sino como un obstáculo respecto al desarrollo industrial.

II. Concentración de recursos que estructuran mercados oligopólicos. Dicha concentración reúne en pocas manos las empresas y la riqueza del país (concentración económica) y determina un espacio territorial fragmentado en polos de riqueza y de pobreza extrema que atan el modelo de desarrollo interno a los intereses externos (concentración geográfica).

III. Extranjerización de los recursos:

a- Financieros: Bancos, jubilaciones o destino de impuestos y ahorro (deuda externa);

b- Naturales: explotación, tenencia y comercio;

c- Servicios Públicos: transporte marítimo, aéreo, terrestre; energía: electricidad, agua o gas;

d- Comunicaciones: radio, TV o Telefonía;

3- DEPENDENCIA SOCIAL: este fenómeno determina la posibilidad de coexistencia entre la abundancia de recursos económicos y las carencias crónicas de las mayorías populares que no alcanzan a cubrir las necesidades sociales mínimas. La dependencia social implica la inestabilidad permanente de las condiciones de vida del Tercer Mundo, que son directamente vulnerables a las crisis mundiales. En épocas de abundancia no se distribuye la riqueza y en períodos de crisis se promueve ajustes catastróficos para la vida de los pueblos del sur. Dicha condición se expresa, principalmente, en:

I. La polarización en el acceso y en la tenencia de los recursos entre los extremos sociales reflejada en la existencia de sociedades fragmentadas social, geográfica y culturalmente. En estos países se genera la imposibilidad estructural de ascenso social;

II. Altos índices de pobreza e indigencia o de Necesidades Básicas Insatisfechas (viviendas, cloacas, asfalto, etc.)

III. Juventud como sujeto de la crisis: la mortalidad, la desnutrición y el desempleo atacan, principalmente, a los sectores juveniles y a la infancia, condenando a varias generaciones a sufrir severas limitaciones intelectuales y motrices.

IV. Diferencias en el acceso a la cultura, el deporte y la recreación: se observan bajas tasas de alfabetismo y elevadas de analfabetismo. Se produce una privatización del espacio público que impide el acceso al deporte a los sectores de bajos recursos. Se establece una crisis permanente y estructural del sistema público educativo, promoviendo el sistema privado y la estratificación de la educación y la cultura: un sistema para ricos y otro para pobres.

V. Propagación de enfermedades prevenibles, un alto índice de mortalidad y una baja esperanza de vida;

4- DEPENDENCIA CULTURAL: Abelardo Ramos en Crisis y resurrección de la Literatura Argentina[5] establece que a la estructura material de un país dependiente se le corresponde una superestructura cultural destinada a impedir el conocimiento de su situación tributaria. Dicha superestructura se organiza a partir de un conjunto de instituciones y prácticas planificadas y desarrolladas por intermedio de las potencias imperialistas y sus operadores internos, las oligarquías nativas. Asimismo, Arturo Jauretche en Los profetas del odio y la yapa[6], continuando la interpretación de Ramos introduce el concepto de Aparato de la Colonización Pedagógica para definir la forma en que se organiza y desenvuelve la dependencia cultural en las semicolonias. La idea de “Aparato” nos permite identificar la existencia de un conjunto de instituciones articuladas y planificadas con la misma meta de producir y reproducir la condición colonial del país. La noción de “colonización”, permite visualizar a la cultura como un espacio político cuya función se relaciona directamente al mantenimiento de la dependencia del país. La idea de “pedagogía” permite comprender que dicho proceso involucra una función educativa de largo alcance, que es ejercida por intermedio del “Aparato” con la finalidad de “colonizar”. A partir de estas nociones, podemos reconocer que el proceso de socialización implica la discusión y el análisis de las funciones del Aparato de la Colonización relacionadas a la educación de los pueblos:

A- Educación Primaria: Jauretche demuestra que como producto de la dependencia cultural se promueve la separación entre la escuela y la vida en una tarea constante de desculturalización y escisión entre el niño y su medio social e histórico. Desde la organización curricular misma se favorece la asimilación y repetición, desvirtuada, de los patrones de conducta europeos o norteamericanos. Este proceso es acompañado por la asimilación de la Historia Oficial que siguiendo a Jauretche, trueca en forma de una Política de la Historia.[7]

B- Educación Secundaria: en el país y como producto de la dependencia cultural, al momento de determinar y transmitir las habilidades para el trabajo, se promueven aquellas competencias relacionadas con la administración de servicios y con el modelo agroexportador. La dependencia cultural destruye el espacio público y obliga a la juventud a reproducir modelos de vida y modos de ver ligados al consumo de la industria cultural extranjera.

C- Educación Terciaria y/o Universitaria: la Educación Superior en general y la Universidad y los ámbitos de producción científica en particular, son planificados y desvirtuados en relación a los intereses nacionales y de sus mayorías sociales, por la acción y la ingerencia de las metrópolis y sus corporaciones. Oscar Varsavsky lo estableció con extrema claridad cuando al referirse a la ciencia sostuvo que: “En pocos campos es nuestra dependencia cultural más notable que en éste, y menos percibida.[8] Amílcar Herrera en el volumen Ciencia y política en América Latina [9] analiza el fenómeno de la dependencia científico técnica de nuestro país y del Continente, remarcando la relación que se entabla con los intereses de los imperios. El autor identifica las siguientes características generales de la dependencia cultural en dichos ámbitos:

a. División internacional de procesos productivos y científicos: el Tercer Mundo desarrolla tareas en áreas de escasa inversión tecnológica e importa los productos científicos y técnicos de las metrópolis;

b. Las corporaciones trasnacionales imponen pautas de consumo desvirtuando las producciones científicas en relación a las necesidades de desarrollo de sus países de origen. A su vez, aplacan los desarrollos científicos del país al importar tecnología extranjera en sus empresas;

c. La producción científica no está determinada por intereses propios del país: no existe una planificación adecuada entre la producción de ciencia y los objetivos nacionales en el mediano y largo plazo. Sin desarrollo industrial y con una economía atrasada, difícilmente exista una demanda científica ya que tal cual lo establece Amílcar Herrera: “Una política científica efectiva no es la generadora de un esfuerzo conciente y profundo de desarrollo, sino una de sus consecuencias.

d. La inversión pública es baja en relación a la desarrollada en las metrópolis;

e- El sector privado invierte escasos recursos en investigación y desarrollo científico más allá de que desarrolle soluciones específicas a algunas demandas de sus empresas;

f. Existe una baja proporción de investigación aplicada en relación a las ciencias sociales, humanas y básicas que ocupan gran parte de las matrículas del ingreso y el egreso de las Universidades Nacionales;

g. El Primer Mundo exporta materias industriales, importa recursos humanos capacitados por el extranjero, se apropia de las patentes científicas y deporta a los trabajadores y científicos sudamericanos en períodos de crisis o estancamiento;

h. El proceso de desarrollo del Primer Mundo demanda y presiona sobre la ciencia: el atraso del Tercer Mundo es su opuesto e implica la escasa demanda de producción científica por parte del aparato productivo;

D- Educación Global:

a- Literatura y arte: el Aparato de la Colonización Pedagógica involucra diversos ámbitos de la vida cultural del país y en especial, se relaciona a los espacios de producción de conocimiento y formas artísticas de los sectores medios y altos. Jauretche para definir el tipo de intelectual dependiente se refiere a “inteligentzia”, término que toma distancia respecto al de “inteligencia” nacional. Sobre el particular, el autor resalta la condición colonial de las clases medias que se expresa en sus gustos y sus formas de producción de literatura, música y demás manifestaciones artísticas, caracterizadas por asimilar los valores de las metrópolis negando la existencia de la producción, los valores y las prácticas locales. La cultura del país es vista de manera peyorativa por la inteligentzia, que intenta reproducir los esquemas importados de pensamiento, suponiendo que con ello ingresa a la distribución de las riquezas de las empresas trasnacionales.

b- Medios de comunicación: los medios gráficos, audiovisuales o las nuevas tecnologías, están en manos de las corporaciones trasnacionales o sus aliados internos de la imnteligentzia. La prensa en América Latina está profundamente concentrada, presenta un fuerte componente extranjero y cumple una función, históricamente demostrable, antinacional: apoya las empresas de las metrópolis y enfrenta a los gobiernos democráticos, industrialistas y populares, sin excepción alguna.

c- Conjunto de las organizaciones libres del pueblo: tanto la Iglesia, las Fuerzas Armadas, las Cámaras Empresarias, los Gremios, los Clubes, Partidos u ONG, son ámbitos en los cuales se estructura o se combate, la Colonización Pedagógica y la producción de la cultura nacional.

III- ASPECTOS CARACTERÍSTICOS DEL PENSAMIENTO NACIONAL

“El pensamiento nacional es el reflejo de esa actividad política de las masas, de esa agitación viva del país subterráneo y el pueblo lo crea, o mejor, lo estimula. A su vez, ese ideario nacional les es devuelto a las masas políticas, en tanto nacionalismo revolucionario, por los grupos intelectuales nacionales que han sistematizado, o tienden a ello, tales exigencias colectivas dándoles forma de programa político. De ahí la rapidez con que la cultura institucionalizada se agrieta al chocar con la reacción anticolonialista de las masas y el pensamiento nacional que la acompaña. Las masas fundan el pensamiento nacionalista que, a su vez, se convierte en teoría y práctica de la Revolución Nacional”.

Juan José Hernández Arregui[10]

A- El Pensamiento Nacional y la política: Gunnar Olsson[11] esboza una definición de Pensamiento Nacional cuya producción intelectual implica:

1- Una afirmación de la existencia del pueblo argentino que lucha por su liberación: esta acción se expresa en una “conciencia nacional” de las organizaciones libres del pueblo que se desenvuelve a través de una cultura propia y de una concepción de la acción política que guía su práctica y que el Pensador Nacional reconstruye y difunde;

2-La política como forma práctica de vida de el sujeto”: el Pensador Nacional desarrolla su producción con el objetivo conciente de apoyar la organización del pueblo que busca emanciparse como comunidad nacional;

3. La producción científica e intelectual se desenvuelve como etapa distintiva respecto al desarrollo de la conciencia nacional articulando su acción con el conjunto de las organizaciones libres del pueblo. Sobre el particular Gunnar Olsson sostiene que: “La ciencia devendrá real, objetiva, en la medida que tenga la capacidad de integrarse a la vida del sujeto histórico, a la política del pueblo”;

4. El concepto de “autodeterminación nacional”, central en las producciones del Pensamiento Nacional devendrá real en la medida que sea apropiado por el pueblo como autorrealización de su proyecto histórico.

Como puede observarse, Gunar Olsson establece que el debate sobre la dimensión política y organizativa del pueblo, es un rasgo central del Pensamiento Nacional.

B- El Pensamiento Nacional y sus alcances conceptuales. Germán Ibáñez[12] sostiene que el Pensamiento Nacional se caracteriza por la capacidad de los intelectuales y hombres de la cultura de “vernos desde nosotros”, tomando distancia de los modelos teóricos y políticos que reproducen el eurocentrismo o la norteamericanización de nuestra cultura. El Pensamiento Nacional se modifica en cada momento y lugar y más allá de las continuidades entre pensadores y épocas, es innegable que da cuenta del acontecer de los procesos históricos en su propio desenvolvimiento. Ibáñez recata una categoría diseñada por Alcira Argumedo[13] denominada “Matriz de Pensamiento”, que establece que el Pensamiento Nacional no es resultado meramente de la producción universitaria o de las clases ilustradas, sino que por el contrario, encuentra elaboraciones en expresiones artísticas, políticas o culturales de personas, grupos, líderes y/o dirigentes populares, que en muchos casos es expresada a través de una práctica o acción que no tiene su connotación en libros o producciones académicas. Dicho punto de partida nos permite reconocer matrices de pensamiento en la acción de muchos dirigentes, hombres y procesos que van estructurando los cimientos del Pensamiento Nacional. Ibáñez identifica lo que él llama cinco “Claves del Pensamiento Nacional Latinoamericano” y establece que dicho tipo de producción cultural se caracteriza por su recurrencia y énfasis en los planteos y debates sobre:

- la autodeterminación nacional;

- las discusiones acerca de la conquista de la “Soberanía Popular”;

- temas relacionados al respeto de las identidades y de la diversidad cultural;

- los debates vinculados a la búsqueda de la justicia social;

- la discusión en torno de las diferentes formas que existen para organizar la economía, contemplando su condición pública o social.

El autor, entonces, localiza en las producciones del Pensamiento Nacional muchos puntos de encuentro y de continuidad con la producción de Latinoamérica en su conjunto. Las realizaciones de Pensamiento Nacional en el país o en el continente y desde diferentes perspectivas, disciplinas, actores y prácticas, reproducen en su desenvolvimiento el tratamiento de alguna de estas cinco claves.

C- El Pensamiento Nacional: un intento de periodización

Con la finalidad de catalogar las diversas expresiones del Pensamiento Nacional se pueden atender diferentes criterios. Un resumen podría contemplar los siguientes ordenamientos y esquemas de abordaje:

1- Aspectos cronológicos: ordenar la elaboración de Pensamiento Nacional atendiendo períodos y años de producción y edición de las producciones.

2- Procesos políticos y sus manifestaciones intelectuales: puede identificarse la producción de pensamiento y su relación concreta con proyectos sociales y políticos específicos. Partiendo desde aquí, es posible catalogar a los pensadores, en función de su adhesión a escuelas de pensamiento en función de producciones ligadas, por ejemplo, al artiguismo, el rosismo, el yrigoyenismo y/o al peronismo.

3- Tipo de origen: esta categoría vincula al pensador con la disciplina o práctica de la que proviene. Por ejemplo, y de manera ilustrativa y sintética, podríamos mencionar las siguientes:

a- Pensamiento proveniente del ámbito de las letras, la música o la pintura: José Hernández, Ricardo Carpani;

b- Pensamiento científico-universitario:

- Filosofía: Juan José Hernández Arregui, Guillermo Gutiérrez,

- Epistemología o debate sobre la ciencia: Amílcar Herrera, Ricardo Guardo, Oscar Varsavsky;

- Historia: Rodolfo Puiggrós, José María Rosa;

c- Pensamiento vinculado a las Fuerzas Armadas: Manuel Savio, Enrique Gugliarmeli, Enrique Mosconi;

d- Pensamiento producido en relación a los debates de la Iglesia: Padre Benítez, Conrado Eggers Lan;

e- Pensamiento social y político no académico: Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, John William Cooke.

f- Pensamiento ligado a los Medios de Comunicación y la prensa: Rodolfo Walsh, Rogelio García Lupo.

4- Corriente ideológica a la que se vincula: dicha categoría permite catalogar al Pensador en relación a la ideología, la doctrina o con la corriente intelectual que profesa. Un resumen podría dejarnos como resultado la existencia de Pensadores Nacionales ligados al:

a- Nacionalismo de Derecha: Julio Irazusta;

b- Nacionalismo de Izquierda: FORJA, Rogelio García Lupo, Arturo Jauretche, John William Cooke durante las décadas de 1940-1950;

c- Pensamiento vinculado a la Doctrina Social de la Iglesia y similares: Guillermo Gutiérrez, Arturo Sampay, Amelia Podetti;

d- Pensamiento Marxista Nacional de orientación Trotskista: Abelardo Ramos, Norberto Galasso;

e- Pensamiento Marxista de orientación Peronista: Juan José Hernández Arregui, John William Cooke, Rodolfo Ortega Peña;

f- Pensamiento Marxista de orientación no peronista: Ismael Viñas, Silvio Frondizi;

g- Nacionalismo ligado al Revisionismo:

- Rosista: Fermín Chávez, José María Rosa, Ernesto Palacio;

- Federal: Juan José Hernández Arregui, Norberto Galasso.

Juan José Hernández Arregui introduce el concepto de “conciencia nacional” que plantea que la construcción de la identidad de un país es un proceso que conjuga y articula a través de la historia, tradiciones intelectuales disímiles e incluso, en el caso del nacionalismo de derecha -al cual reconoce importantes aportes en su denuncia al imperialismo-, claramente contradictorias entre sí. Es por eso que Arregui establece que: “En el proceso formativo de la conciencia nacional, cada grupo ideológico, aunque sus militantes, por los intereses de clase que representan, lo ignoran, está relacionado con los demás. (…) Es secundario aunque importante, que al enfrentar al imperialismo, la conciencia nacional apele, según los grupos, a supuestos históricos y culturales disímiles, pues lo que interesa es que al borde de las escorias espirituales de la derecha y la izquierda, crezca la conciencia histórica frente al opresor extranjero.[14]

A modo de conclusión de este 1º Cuaderno de Trabajo del C.E.H.A., sólo resta mencionar que todos y cada uno de los aspectos y categorías tratadas aquí, deben ser relacionadas y adecuadas al contexto específico de cada momento histórico. Son esquemas para pensar la realidad y no viceversa, y es por eso que las presentamos como guías para reflexionar sobre el Pensamiento Nacional y no para agotar el debate o las contribuciones que otras miradas puedan otorgar. Hecha está aclaración, es oportuno poner especial énfasis en una cuestión central: no hay Pensamiento Nacional que no discuta, a su manera y desde su espacio específico, el problema de la dependencia. Asimismo, es innegable que el Pensamiento Nacional se vincula directamente con la política proveniente de las organizaciones libres del pueblo de donde nace y hacia donde se conduce en el proceso de formación y ascenso de la Conciencia Nacional. Además, queremos resaltar que muchos de los debates del Pensamiento Nacional se corresponden a las cinco claves diseñadas por Ibáñez y comentadas por nosotros aquí. Sobre este esquema general, debemos recordar que la reflexión sobre la producción de nuestros pensadores nacionales, debe articularse con el momento histórico en donde se escribe o se reflexiona, con los procesos políticos y las clases sociales con las que se vincula el pensador, sea a su favor o en su contra, y además, respecto a la inscripción disciplinar que guía su producción intelectual y respecto a la corriente ideológica en la que se encuentra inscripto.


BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

Argumedo, Alcira (2004) Los silencios y las Voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 2004.

Gutiérrez, Guillermo (1973), Ciencia, Cultura y Dependencia, Guadalupe, Colección Dependencia, Buenos Aires, 1973.

Hernández Arregui Juan José (2005), La Formación de la conciencia nacional, Ed. Peña Lillo, Buenos Aires

(2004), Nacionalismo y Liberación, Ed. Peña Lillo.

Herrera, Amilcar (1974). Ciencia y política en América Latina, Siglo XXI, México.

Jaguaribe, Helio (1961). Burguesía y proletariado en el nacionalismo brasileño, Coyoacán, Buenos Aires.

Jauretche, Arturo (2004). Los Profetas del Odio y la Yapa, Corregidor, Buenos Aires.

(1970). Política Nacional y Revisionismo Histórico, Peña Lillo, Buenos Aires.

Olsson, Gunnar, “Notas sobre el Pensamiento Nacional”, en Antropología 3er. Mundo, Buenos Aires, Número especial / 5, año 2.

Varsavsky, Oscar (1974). Ciencia Política y cientificismo, Centro Editor de América Latina.



[1] Hernández Arregui, Juan José (2005), La Formación de la conciencia nación, Peña Lillo, Buenos Aires.

[2] Jaguaribe, Helio (1961), Burguesía y proletariado en el nacionalismo brasileño, Coyoacán, Buenos Aires 1961, p. 11.

[3] OTAN o Consejo de Seguridad de la ONU.

[4] Financieros como el FMI, el BM o el BID o Comerciales, como por ejemplo la Organización Mundial de Comercio.

[5] Ramos, Jorge Abelardo (1954), Crisis y resurrección de la literatura argentina, Indoamérica, Buenos Aires.

[6] Jauretche, Arturo (2004). Los Profetas del Odio y la Yapa, Corregidor, Buenos Aires.

[7] Jauretche, Arturo (1970), Política Nacional y Revisionismo Histórico, Peña Lillo, Buenos Aires.

[8] Oscar Varsavsky (1974), Ciencia, política y cientificismo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, p. 13.

[9] Herrera, Amílcar (1974), Ciencia y política en América Latina, Siglo XXI, México.

[10] Hernández Arregui (2004) p 72.

[11] Olsson, Gunnar (1969), “Notas sobre el Pensamiento Nacional”, en Antropología 3er. Mundo, Buenos Aires, Número especial / 5, Año 2.

[12]Ibáñez, Germán (2005), “Las claves del Pensamiento Nacional Latinoamericano”, Revista Desafíos, N° 3, diciembre.

[13] Argumedo, Alcira (2004), Los silencios y las Voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento nacional y popular, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires.

[14] Hernández Arregui (2005), pp. 339-341.